Desde siempre en nuestro país ha existido un sentimiento especial por los perros. Al parecer, este cariño llegó con los españoles, porque incluso en el cuadro "Primera Misa en Chile", de Pedro Subercaseaux, aparece un quiltro dando vueltas por la escena representada.
A este sentimiento general se vino a sumar la palabra "Cachupín" (totalmente arraigada en el ideario nacional), que hizo que frente a todo perro vago, chico, jaspeado, peludo y quiltro, se evoque un sentimiento de cariño, que generalmente va unido a una cara de compasión. Esta institución en que se ha convertido Cachupín (concepto nacido de alguna compleja reacción químico-neuronal de Álvaro Salas en Video Loco), ha tenido como consecuencia que a cualquier perro callejero, por muy bravo o tiñoso que sea, se le considere una inocente víctima de la sociedad.
Me parece que el cariño por los canes está bien. Daría para que se dijera que somos un pueblo amante de los animales. Sin embargo, el problema radica en que esta característica se suma a la de que en Chile las cosas no se hacen bien, dando como resultado que no se haga nada para
solucionar el problema sanitario y de seguridad que significan las jaurías de perros vagos. Por eso, vemos que en muchas comunas, como p. ej. Valparaíso, Santiago (centro), La Serena, Punta Arenas, hay grupos de perros que merodean las calles, peleando entre ellos, asustando y a veces atacando a las personas.
Esta característica de nuestras calles afecta a cientos de personas todos los días, a quienes los perros amenazan con atacar. Incluso los turistas se ven impresionados negativamente por estos perros que, cuales vacas sagradas en India, se dan vueltas por la ciudad como Pedro por su casa (más de algún visitante se ha llevado un recuerdo de Chile en sus zapatillas).
Este problema no es broma. Hay que solucionarlo de algún modo, sea cual sea el que esté al alcance de la municipalidad correspondiente: captura y posterior regalo, esterilización o sacrificio. Las municipalidades deben tomar cartas en el asunto, y pedir que se les den facultades para el caso en que no las tengan. Si algún grupo ecologista se opone a la solución entregada por la alcaldía, que sean ellos los que solucionen el problema (so pena de que si no lo arreglan, la Municipalidad haga lo que le parezca más conveniente). Este tema debiera ser puesto sobre la mesa al momento de elegir nuevos alcaldes el 2008, no sea que haya que lamentar la muerte de un transeúnte para que se comiencen a proponer medidas.