Año 8:Hijo: “¡Poto-caca! ¡ja, ja, ja, ja!”
Papá: “Mi amorcito lindo, no eso no se dice.”
Año 12:
Hijo: ¡Esa mina e’una Puta!
Papá: M’hijito, no diga garabatos.
Año 14:
Hijo: ¡Oye viejo e’mierda, no digai hueá!
Papá: Bueno mi amor.
Probablemente esa secuencia se habría evitado si con la primera mala palabra el papá le hubiese dado un buen “tapaboca” al niño... Esto es discutible, pero es algo que cada padre debe decidir por sí mismo, sin necesidad que sea el Gobierno el que diga cómo educar a los niños, especialmente considerando los “modelitos” de hijos que tienen los personajes públicos... de capitana a paje.
Esto lo digo porque, según nos contaba El Mercurio, hace unas semanas la comisión correspondiente del Senado habría aprobado una indicación que establece que los
padres no podrían corregir a sus hijos usando castigos físicos, sin considerar que la violencia intrafamiliar no se produce dependiendo de la naturaleza del correctivo aplicado (física vs. no física), ya que una palmada bien dada en un ambiente de cariño puede no tener ningún efecto negativo en el niño (quien se puede corregir y olvidar a los cinco minutos el castigo), en cambio, las palabras pueden causar traumas mucho peores, si son pronunciadas en un ambiente de indiferencia.Ahora, yendo a la cuestión de principios, la derecha sostiene que los padres tienen la potestad, es decir, el “deber-derecho” de educar a sus hijos, lo que consiste en que los padres tienen que ser responsables, ya que no pueden traer un crío al mundo y olvidarse de ellos (deber de educar), pero tienen el derecho de hacerlo como estimen conveniente, ya que ellos son los que más quieren el bien de sus hijos, por lo que
procurarán darles lo mejor. Lógicamente que existen casos en los que claramente los padres están mal de la cabeza, como cuando les pegan irracionalmente, y ahí hay que quitarle a los niños, pero eso se debe hacerse sólo en situaciones graves. Así, si hay un caso más limítrofe, como los padres que quieren educar a sus niños en la comunidad cristiana ecológica de Pirque... ¡que así sea! Porque son los que se levantan en la noche a ver al niño que llora, y los que van a buscarlo cuando tienen alguna fiesta, los que con mayor seguridad buscarán darle lo mejor.









































Justo antes de la edad del pavo se encuentra la edad de la inocencia. Esta breve etapa que los adultos tratamos de cuidar, ya que refleja lo mejor del ser humano: una ausencia de segundas intenciones y de complicaciones innecesarias (cosas que los “grandes” valoramos, aunque pocas veces tratamos de llevar a cabo).



