sábado, 20 de octubre de 2007

Haga usted una reverencia

No soy una persona que se codee con gente de la nobleza, por lo que me es fácil recordar cuándo fue la última vez que le hice una reverencia a una persona. Estaba yo en la Corte de Apelaciones cuando una mujer me pregunta si había visto a cierto abogado renombrado (“SU” abogado), o a la ministro Gloria Ana Chevesic (con quien ella tenía que hablar). Yo no había divisado a ninguno de los dos. Agradecida por la respuesta, esta señora me mostró un papel muy importante y reservado. Era una hoja vieja y doblada, llena de timbres de recepción de lugares importantes (tribunales, el Palacio de la Moneda, etc.). Entremedio de todos esos timbres se veía una nota escrita a mano que decía: “La portadora de este documento es la única y auténtica Reina de Inglaterra”. ¡Imagínense mi sorpresa!... esta mujer tenía un título al portador que la constituía en la famosa Monarca. No pude sino hacerle una reverencia y exclamar: “Su Majestad”. Ella se turbó un poco ante mi demostración de respeto, porque me dijo que era muy humilde y andaba de incógnito.

Este recuerdo viene porque hay muchas personas que se vanaglorian de ser irreverentes, como si eso fuese algo bueno en sí mismo.

Está claro que sí es buena la independencia que tienen algunos irreverentes para criticar libremente a ciertas instituciones o dignidades. Sin embargo, no es necesario ser irreverente para ser independiente. ¿Por qué enfrentarse en forma irrespetuosa frente a la institución que se critica? Es perfectamente posible conjugar la benevolencia inicial frente a una institución respetada, para luego criticarla si se descubre algo negativo en su actuar.

Lo que sí es negativo es que la ley establezca que determinadas instituciones o cargos merecen una reverencia, o que deben ser tratados con cierto título. Son las personas las que deben determinar qué instituciones merecen o no respeto. Por ejemplo, por qué tratar de “Su excelencia” al Presidente de la República. Tampoco existen muchos motivos para llamar “honorable” al Senador Navarro, ni “Vuestra señoría” al Ministro Carlos Cerda. Quizá esto sí podría ser aplicado a las instituciones como el Senado y los Tribunales en abstracto, pero no tendría tendría por qué extenderse a las personas que la integran.

Ser irreverente con la sola finalidad de ser irreverente es algo ilógico. Si una institución es respetada, es porque históricamente ha tenido un buen actuar, por lo que es más probable que mantenga ese proceder, y que sea uno el que se equivoque si desde un inicio se enfrenta con ella en una mala disposición. Sin embargo, tampoco es lógico que las personas que ocupan ciertos cargos estatales vengan con una especie de título al portador, igual que la esta “Reina”, que indique la dignidad que merecen.

12 comentarios:

Alejandra dijo...

Creo que hay tratos que, sin grandes nombres de por medio, son más respetuosos que otros que sí tienen el nombre pero no la actitud.
No estoy de acuerdo con tratar a la gente de "honorable" ni "su majestad" ni nada. Ya está pasado de moda.
Y ser irreverente, es un poco de moda también. Tienes razón en eso de que se puede criticar con respeto.
Saludos

Álvaro P. dijo...

Efectivamente, el respeto es más una cuestión de actitud.
Saludos,

Anónimo dijo...

La irreverencia sin un fin es inútil, es un mero ejercicio de vanidad.
Sin embargo, la irreverencia bien entendida (es decir, como la entiendo yo!), aquella que busca lograr cambios en instituciones y ampliar o modificar las convenciones de la realidad no son negativas, en especial, cuando el "respeto debido" es, en realidad, INDEBIDO (v.g. Honorable Navarro, etc.).
El problema, quizá, radica en que existen personas e instituciones que por su naturaleza son material de irreverencia per se, y otras en que la cosa no es tan clara.
Pienso que las instituciones democráticas deben ser sanamente irrespetadas: hacerles saber constantemente a los que detentan el poder que éste es algo temporal. Y un raspacachos a los que detentan el poder económico no cae mal.
El problema se complejiza, por ejemplo, con las religiones, pero para que latear si aqui los únicos que leen son el blogero y "3 readers"...

Álvaro P. dijo...

Buen comentario, especialmente eso de que en una democracia las insituciones de gobierno deben ser "sanamente irrespetadas", ya que la crítica es totalmente necesaria para que las personas voten bien.
Con relación a eso de los 3 readers... la realidad es peor aún, ya que de esos 3, creo que sólo yo veo los comentarios.
Agradecido por la visita.
Álvaro P.

Lucho dijo...

Sobre lo de los 3 lectores, yo personalmente encuentro que este es un blog siempre interesante y entretenido de visitar, pero mi única sugerencia sería que trataras de escribir más seguido. En general la poca continuidad en los posts es la principal causa por la que la gente no vuelve a los blogs.

Álvaro P. dijo...

Muchas gracias por el aliento L.A., y especialmente con la crítica, porque yo pensaba que con un posteo a la semana era suficiente, pero ahora trataré de escribir más seguido.
Agradecido,
Álvaro P.

La Nuez dijo...

Lo aparente que no es propio dista mucho de ser sincero. Los buenos gestos permiten disponernos por sobre las circunstancias. Saludar, agradecer, esperar lo mejor de las personas y lo mejor de uno hacia los demás; eso honra al mérito que diría es la institución madre de todas las demás.

Es un blog muy entretenido, lo voy a estar viendo.

Saludos,

Loreto Pollak

Álvaro P. dijo...

Gracias por el comentario Loreto. La educación (saludar, agradecer, etc.) es fundamental, es la especie de reverencia que corresponde a la dignidad de ser humano.
Estoy feliz de que quieras seguir leyéndolo.
Saludos,
Álvaro P.

Jorge A. Gómez Arismendi dijo...

Una cosa es educación y otra servilismo. Nada de venías, ni Excelencia, ni Santidades...
Tampoco monarquías...

Álvaro P. dijo...

Te encuentro razón Jorge en que nada de venias, pero si ellas son impuestas por el Estado.
Si yo libremente considero que alguien es excelente, será Su Excelencia, si considero que es eminente, será Su Eminencia, y si considero que santo, Su Santidad.
En esos casos no será servilismo, sino que un legítimo reconocimiento a su autoridad.
Saludos y gracias por el comentario.

Marta Salazar dijo...

ja ja, demasiado buena la historia inicial, lo siento, también yo soy irreverente... pero qué es ser irreverente? saludos!

Álvaro P. dijo...

Marta: Y lo mejor de todo, es que esa historia inicial es totalmente verídica.
Gracias por el comentario.