lunes, 28 de julio de 2008

Por el amor de Dios

"¡Tengo haaambre... papito, mamita!", grita una voz lastimera que sale de la boca del único personaje sucio y descalzo que puede encontrarse en el barrio El Golf. Es un mendigo que según cuenta la leyenda, tiene sus zapatos guardados en el basurero más cercano. Darle o no plata, he ahí el dilema.

Desde chico tengo en el alma el tira y afloja generado por años de mensajes contrarios. Por una parte los del colegio, que alababan el darle a los pobres, versus los slogans del tipo "no hay que darle a los mendigos jóvenes, que podrían ir a trabajar", o "cuidado, que las mujeres que piden plata con niños, muchas veces los arriendan para dar más pena"...

Una amiga quiso solucionar estas dudas diciéndome que si piden en la calle, ciertamente están peor que yo... es cierto, pero cuesta tomarla en cuenta después de verlos tomando bebida o hablar tranquilamente por celular, cuestiones que yo trato de evitar por considerarlos un lujo.

Aunque soy de las personas que meditan en el caso a caso si es que conviene darle a la persona que pide (prefiero comprar cosas tipo parches curita, calendarios, rejillas para el lavaplatos...), estoy bastante convencido de que hay que dar. Es cierto que a uno le pueden estar tomando el pelo en mala, pero como decía un gran filósofo, "más vale sufrir una injusticia que cometerla".


Hay otros motivos que me han llevado a dar, entre ellos el alto índice de desempleo que existe entre los jóvenes... y no me arrepiento de haberlo hecho. Quizá la ocasión de la que menos me he arrepentido fue hace unos dos años, cerca de las 23:20 horas en una noche de lluvia de temporal. Había un hombre joven vendiendo unos dulces, y decía que estaba juntando para ir a comer. Le compré un par y seguí caminando. La escena me recordó la serie de televisión del Padre Hurtado, cuando decía que Cristo estaba en el pobre y, aunque en general no tengo estos pensamientos tan elevados, pensé que en él estaba el Señor, me devolví y le di lo que le faltaba para su sandwich. Al recibirlo el pobre me dijo "Gracias. Yo soy Cristo compadre".

13 comentarios:

Nery dijo...

mmm debo decir que comparto tus dudas y reflexiones en esta materia..no soy yo ,al creer en el dolor del otro, el que falta si eso es una falsedad. tampoco peco de iluso o tonto, porque en realidad no tengo mucha posibilidad de obtener una certeza cuando me enfrento a alguien que me pide ayuda..será verdad? si puedo ayudo..lo demas lo resuelve dios.

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...

Hola Alvaro (todavia estoy sin internet!)

Creo q tus dudas las compartimos muchos.

Te cuento q hace unos annos fui a buscar carta al viejo pascuero a correos de chile (supongo q conoces esa campanna). En ese tiempo yo estaba sin pega, aunq tenia algunos ahorritos, parti para alla.

Cuando empiezo a leer, TODAS las cartas pedian celulares, MP3, la barbie tal y cual (no una munneca para jugar en las tardes, la barbie con marca, nombre y apellido), equipo de musica de estas especificaciones (hasta con foto recortada de catalogo!!!!), o sea, musho. Sorry, pero ni yo tenia ninguna de esas cosas.

Por otra parte creo q todos conocemos a algun amigo, pariente, vecino o quien sea q este pasando por algun apuro, o q tal vez solo necesite compannia. No solo de pan vive el hombre, si no preguntale a tanto viejito en asilo olvidados por todos. A veces la caridad mas grande es la espiritual.

Muchos saludos,

Fabiola

Anónimo dijo...

Es muy posible, sociológicamente hablando, que este martilleo incesante y lleno de mensajes subliminales de resentimiento social que envía continuamente Bachelet haciendo referencia "a los más pobres", al tiempo que ignora o desprecia las necesidades de la Clase Media, generará con el tiempo una contrarrespuesta de este sector, que dejará de ayudar a los verdaderos pobres aunque pueda hacerlo. Muchos sentirán una rabia subconciente contra ellos, cuyo gran culpable será la actitud de este gobierno, que no ha beneficiado en los hechos ni a unos ni a otros.

Álvaro P. dijo...

Nery: Es cierto, es imposible tener la información adecuada al momento de dar.

Fabiola: Increíble, no conocía a nadie que hubiera ido a lo del viejito pascuero. Tienes razón, muchas veces la mayor ayuda social la podemos hacer yendo a ver a gente que se siente sola, y no sólo a asilos, sino que también a tíos abuelos olvidados. Como dicen por ahí, la caridad empieza por casa.
Espero que te esté yendo bien en tu nueva casa.

Fernado: Sí, muchas veces uno se pregunta eso. Aunque quizá el resentimiento se antes generará con los otros segmentos que tienen discriminación positiva por parte del Estado: Si entre dos vecinos de iguales condiciones se le entrega la ayuda social a uno por el sólo hecho de tener apellido indígena, ciertamente eso generará odiosidades en el otro.

Saludos,
Álvaro P.

Jorge A. Gómez Arismendi dijo...

Creo que tu texto lleva consigo el dilema entre la caridad -como ayuda esporádica y no sistemática- y la justicia social -como ayuda constante y organizada- que el Estado debería ofrecer, sobre todo para aquellos que por contingencias no pueden acceder a la competencia en la sociedad (discapacitados, ancianos, etc).

Más allá de apreciaciones ideológicas, el tema de la caridad versus la justicia social, ha sido una constante desde hace muchos años en Chile, incluso el propio Alberto Hurtado, tenía serias y profundas críticas a la caridad como un placebo que frenaba las políticas de justicia social: "De aquí la ineficiencia de la filantropía, de la mera asistencia, que es un parche a la herida, pero no el remedio profundo" (Alberto Hurtado).

En este sentido, la caridad es más fácil de ejercer, pero es menos efectiva que implantar la justicia social.
De hecho, es más lucrativa para quiénes dicen ejercerla, pues hace tiempo que el concepto de caridad perdió su sentido como valor y se convirtió en un significante vacío, en un logo de fácil venta y publicidad.
Hoy la Caridad se ofrece, vende y compra como un producto más, lo que deriva lamentablemente en casos como los de la Corporación del Niño Agredido.

Debido a lo anterior, la caridad se vuelva "La" forma de acción e intervención social, y erróneamente reemplaza a la Política Pública, de Estado y a la Reforma profunda, efectiva y proyectable en el tiempo, a nivel social.

La Beneficencia es confundida con las Políticas Públicas y la Responsabilidad Social. Debería haber un equilibrio y más eficiencia.

Por otro lado, el año pasado, en el trabajo decidimos ayudar en eso de las cartas al viejito, y es verdad que las peticiones rayan en lo exagerado. En parte la publicidad tiene culpa, y la falta de acceso a bienes, debido a la mala distribución de la riqueza.
Se exacerba el consumo, falsamente igualitario.
Tal como escribi en el blog hace un tiempo, la paradoja esencial de todo esto, es que se produce una dualidad en cuanto a dicho sentido –la espiritualidad por sobre los bienes materiales- según el nivel de acceso a bienes materiales y el supuesto nivel de espiritualidad de los sujetos.
Así, constantemente se cuestiona el nivel de espiritualidad y valores de los menos pudientes que quieren acceder a bienes suntuarios a base de endeudamiento a largo plazo.

Saludos

Cuqui dijo...

Siempre está la duda... sobretodo cuando son gallos jóvenes o niños (mandados por sus padres que a veces los miran escondidos por ahí), por lo menos eso es lo que he visto algunas veces, y después los padres se "toman un vinacho con la plata".
Yo por principio no les doy a los que están en la esquina haciendo malabarismo y menos a la vieja de la rotonda Peres Zujovic.
Como dijo Franco en un post, hay que rezar por ellos.
En realidad a nosotros no nos cuesta nada dar $100, pero para ellos puede ser su comida, pero yo por lo menos, soy bastante selectiva en estos casos.

Álvaro P. dijo...

Jorge: ¿En tu trabajo decidieron ayudar a lo de las cartas al Viejo Pascuero? ¿Fue una cosa institucional o de tus compañeros de pega?

Cuqui: Tiene razón Franco. Es lo mejor que se puede hacer.

Saludos,
Álvaro P.

Jorge A. Gómez Arismendi dijo...

Fue por decisión entre compañeros.

SSergioA dijo...

La caridad es la virtud que nos lleva a hacer el bien al prójimo. Quien la tiene lo hace en la medida que puede, a quien lo necesite, independientemente de que le pidan o no.

Hace algunos años volvía a mi casa en una micro y en los asientos del otro lado del pasillo viajaba una mujer humilde con 4 niños. Ellos ocupaban un grupo de 4 asientos donde los delanteros estaban vueltos hacia los traseros, lo que les permitía intaractuar fluidamente y a mí observarlos con facilidad. Ella se veía extenuada -eran aprox. las 23 hrs.- pero los atendió, cuidó y abrazó cariñosamente durante todo el viaje. Lo más notable era que los niños se trataban entre sí con ese mismo afecto y cuidado.
Sabía que ella no estaba pidiendo nada, pero sabía también que si le pasaba ese billete que yo llevaba en ese bolsillo, ella haría con él algo mucho mejor de lo que haría yo, no me cabía la menor duda.

Cuando se trata de dar plata se tiende a dar al que te pide, "lo que sobra".
Creo que en la caridad hay que pensar como economista: los recursos son escasos y hay que invertirlos en la mejor forma posible. ¿Qué es lo mejor que puedo hacer con ese billete, con esa moneda?

En el caso de este mendigo profesional que viaja kilómetros todos los días para decirnos que tiene hambre... lo más probable es que quien le dé pierda poco y nadie gane nada. Una palabra acerca de su pillería quizás le serviría, no para cambiar de actividad, pero sí para hacer algo mejor con la plata que recibe.


Saludos para todos.

Nery dijo...

sergioA..estoy de acuerdo con lo que ud plantea. hay pobreza econòmica y hay pobreza del alma ( que incluye la incapacidad de dar afecto, entre otras)..en su ejemplo hay pobreza porque quiza falte algo material pero no hay pobreza del alma. Es un tema dificil el de la pobreza y la marginalidad porque pasa no solo por la caridad sino por el entramado de la solidaridad social.

Javier Bazán Aguirre dijo...

Enseñale a pescar y no le regales el pescado.

Álvaro P. dijo...

Sergioa: Muy bueno eso de pensar como economista al momento de dar.

Javier: Sabia sentencia. Entiendo que la fundación Banigualdad (¡qué mal nombre!) se dedica a hacer eso.

Saludos,
Álvaro P.