sábado, 30 de junio de 2007

Lavar con barro

Quienes me conocen saben que no soy del tipo "outdoor", pero a pesar de eso fui scout en el colegio. En uno de los campamentos a los que fui, tuve que ir a lavar unas ollas o tachos usados, y como no había Quix, le pregunté a nuestro "guía" qué usaba para hacer el trabajo bien. Su respuesta fue increíble… que lavara con barro. Imagínense mi cara: ¿cómo iba a lavar algo ensuciándolo? ¡era totalmente contradictorio! Me costó montones creerle... pero era verdad, quitaba la grasa como cualquier producto de comercial de televisión.

Después de eso, me he dado cuenta de que son muchos los fines que se consiguen a través de medios aparentemente contradictorios, por ejemplo, para evitar estar detenido en una congestión vehicular, a veces es necesario instalar semáforos que nos detengan.

También existen estas contradicciones en un orden más fundamental, por ejemplo, los filósofos clásicos decían que para encontrar la felicidad, no hay que buscarla directamente, y está también la tan conocida frase de "los últimos serán los primeros".

En el ámbito de la ayuda a los pobres se da muchas veces esta misma lógica, por ejemplo, Mr. Kirchner fijó el precio del gas para hacerlo más accesible a los pobres, y con ello está haciéndolo inaccesible no sólo para los pobres, sino que para todos los habitantes de su país... y para varios del nuestro.

En este mismo sentido, nuestros "sabios" gobernantes quieren mejorar el nivel de vida de los pobres elevando el salario mínimo (¡El salario mínimo es indigno!), olvidándose de que los más pobres no son quienes tienen
trabajos con poco sueldo, sino que aquellos que no lo tienen (como son el 60% de los jóvenes indigentes, y casi el 40% de los jóvenes pobres no indigentes), a quienes les conviene ser contratados por un sueldo inferior, pero que nunca van a encontrar, por ser ilegal la creación de fuentes de trabajo en negocios poco rentables (...señora Juanita, no se le vaya a ocurrir contratar a alguien para que le atienda su kiosco).

Ojalá nuestros planificadores tuvieran una clase como la que me hicieron a mí sobre el barro, para que se den cuenta de que muchas veces la mejor solución pasa por una aparente contradicción.

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