No sé si habían escuchado que antiguamente los bufones probaban la comida de los reyes para que no los envenenaran. Así, siguiendo su ejemplo, el Estado de Chile --siempre tan bueno-- se quiere transformar en nuestro bufón, ya no sólo para aprobar nuestros automóviles (revisión técnica), comida (proyecto de ley sobre alimentos saludables), y un largo etc., sino que también nuestra educación universitaria.
En efecto, el Consejo Asesor para la Educación Superior, cuyos 27 miembros fueron designados por la Presidente, ha sostenido que la acreditación debiera ser obligatoria… deberemos aceptar obligatoriamente que el Estado se transforme en nuestro bufón. Ya no sólo se nos aconsejará cuáles son las universidades “adecuadas”, sino que nos obligará a entrar una de ellas.
Esto denota gran desconfianza en las elecciones de las personas, cuestión que se agrava si consideramos que los universitarios son los ciudadanos más calificados de un país, quienes por estar tomando la decisión más relevante para su futuro profesional, y por estar haciendo inversiones importantes, no harán elecciones desinformadas. El prestigio será siempre el mejor consejero. Por lo demás, puede también suceder que ellos quieran optar por una universidad no acreditada, al igual muchos que conozco, que pudiendo, eligieron una no tradicional.
Lo peor de este bufón estatal, es que a diferencia de los reales, no puede ser despedido si no nos gusta como trabaja, ni podemos saber si sus delegados tienen sus mismas buenas intenciones, ni si nos denegará un tipo de comida sólo porque es él quien le tiene alergia.
Ya estaría bueno que el Estado dejara de portarse como un bufón, y que se dedique a guardar el orden social y la seguridad, en definitiva, ¡que reine!
En efecto, el Consejo Asesor para la Educación Superior, cuyos 27 miembros fueron designados por la Presidente, ha sostenido que la acreditación debiera ser obligatoria… deberemos aceptar obligatoriamente que el Estado se transforme en nuestro bufón. Ya no sólo se nos aconsejará cuáles son las universidades “adecuadas”, sino que nos obligará a entrar una de ellas.
Esto denota gran desconfianza en las elecciones de las personas, cuestión que se agrava si consideramos que los universitarios son los ciudadanos más calificados de un país, quienes por estar tomando la decisión más relevante para su futuro profesional, y por estar haciendo inversiones importantes, no harán elecciones desinformadas. El prestigio será siempre el mejor consejero. Por lo demás, puede también suceder que ellos quieran optar por una universidad no acreditada, al igual muchos que conozco, que pudiendo, eligieron una no tradicional.
Lo peor de este bufón estatal, es que a diferencia de los reales, no puede ser despedido si no nos gusta como trabaja, ni podemos saber si sus delegados tienen sus mismas buenas intenciones, ni si nos denegará un tipo de comida sólo porque es él quien le tiene alergia.
Ya estaría bueno que el Estado dejara de portarse como un bufón, y que se dedique a guardar el orden social y la seguridad, en definitiva, ¡que reine!
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