La eterna neutralidad de los suizos es un clásico. Hasta hay un chiste sobre esa característica (lamentablemente no lo recuerdo: si alguno de ustedes me lo cuenta me haría un gran favor). Es interesante considerar que esas mismas mansas ovejas neutrales tienen ejército y un servicio militar más que obligatorio —del cual nadie se salva y que debe ser renovado cada cierto tiempo—, que todo suizo tiene un arma en su casa, y que tienen tanta tradición militar que hasta le prestan un resto a otro Estado: la Guardia Suiza del Vaticano. Es lógico que hagan eso, ya que por muy pacífico que sea un pueblo, sus vecinos pueden no tener las mismas intenciones... basta mirar la historia del siglo XX. Por eso, si vis pacem, para bellum: si quieres paz, prepárate para la guerra.
Este es uno de los buenos momentos para darse cuenta de eso en nuestro Chile querido. Nuestra patria es pacífica, que no tiene intenciones dobles con sus vecinos. Para notar esto basta recordar, por ejemplo, que durante el Gobierno militar se estuvo dispuesto a entregarles mar a Bolivia (pero Perú, que según el tratado limítrofe vigente tiene que aceptar cualquier modificación en el territorio de Chile o Bolivia no quiso autorizarlo), o que Chile promovió la entrada de Perú en la APEC.
Por otro lado, sin embargo, hoy nos topamos con un vecino que no tiene nuestras mismas intenciones de paz. Sólo nos basta recordar cuando que hace no mucho que el general peruano Donayre dijo que los chilenos serán sacados de Perú en ataúdes (olvidando que somos nosotros quienes los hemos recibido con brazos abiertos), este mismo año los chilenos no le dieron importancia a un acto de espionaje en el que estuvo involucrado el ex agregado naval de Perú en Chile y a pesar de que existen tratados internacionales en la materia no hemos tenido ningún problema con ir a La Haya donde ellos quieren plantear asuntos limítrofes... pero apenas sale el primer asunto en que está involucrado Chile —un supuesto espionaje que no está nada de claro si realmente existió—, el presidente de ese país salta cual gata en celo a lanzar pachotadas contra Chile, el Gobierno y nuestra supuesta carrera armamentista (mejor será que se ponga a contar los buques y tanques que tiene ese país).
Es previsible que el Allan quiera subir a como dé lugar su baja popularidad, a pesar de que eso sea a costa de la paz en la región. Por eso debemos ser como una cortapluma suiza: elegante e inofensiva por fuera, pero muy bien preparada por si acaso.
Este es uno de los buenos momentos para darse cuenta de eso en nuestro Chile querido. Nuestra patria es pacífica, que no tiene intenciones dobles con sus vecinos. Para notar esto basta recordar, por ejemplo, que durante el Gobierno militar se estuvo dispuesto a entregarles mar a Bolivia (pero Perú, que según el tratado limítrofe vigente tiene que aceptar cualquier modificación en el territorio de Chile o Bolivia no quiso autorizarlo), o que Chile promovió la entrada de Perú en la APEC.
Por otro lado, sin embargo, hoy nos topamos con un vecino que no tiene nuestras mismas intenciones de paz. Sólo nos basta recordar cuando que hace no mucho que el general peruano Donayre dijo que los chilenos serán sacados de Perú en ataúdes (olvidando que somos nosotros quienes los hemos recibido con brazos abiertos), este mismo año los chilenos no le dieron importancia a un acto de espionaje en el que estuvo involucrado el ex agregado naval de Perú en Chile y a pesar de que existen tratados internacionales en la materia no hemos tenido ningún problema con ir a La Haya donde ellos quieren plantear asuntos limítrofes... pero apenas sale el primer asunto en que está involucrado Chile —un supuesto espionaje que no está nada de claro si realmente existió—, el presidente de ese país salta cual gata en celo a lanzar pachotadas contra Chile, el Gobierno y nuestra supuesta carrera armamentista (mejor será que se ponga a contar los buques y tanques que tiene ese país).
Es previsible que el Allan quiera subir a como dé lugar su baja popularidad, a pesar de que eso sea a costa de la paz en la región. Por eso debemos ser como una cortapluma suiza: elegante e inofensiva por fuera, pero muy bien preparada por si acaso.